La doctrina sagrada, ¿es o no es superior a las otras ciencias?I - q 1 a 5Objeciones por las que parece que la doctrina sagrada no es superior a las otras ciencias: 1. La certeza es algo propio de la superioridad de una ciencia. Pero las otras ciencias parecen más ciertas que la doctrina sagrada, pues mientras los principios de aquéllas no pueden ser puestos en duda, los de ésta, que son los artículos de fe, sí admiten la duda. Así, pues, las otras ciencias parecen más ciertas que la doctrina sagrada. 2. Más aún. Las ciencias de lo inferior toman sus principios de lo superior, como la música los toma de la aritmética. Pero la doctrina sagrada toma algo de las ciencias filosóficas. Así dice Jerónimo en su Carta al Gran Orador de la ciudad de Roma, que los doctores antiguos inundaron tanto sus libros de teorías y frases de los filósofos, que no se sabe qué admirar más, si su erudición de lo profano o su conocimiento de la Escritura6. Por lo tanto, la doctrina sagrada es inferior a las otras ciencias. En cambio está la afirmación de que las otras ciencias son llamadas siervas de la doctrina sagrada en Prov 9,3: La Sabiduría ha enviado a sus siervos a gritar desde lo alto de la colina. Solución. Hay que decir: Como quiera que esta ciencia con respecto a algo es especulativa, y con respecto a algo es práctica, está por encima de todas las demás ciencias tanto especulativas como prácticas. De entre las ciencias especulativas se dice que una es superior a otra según la certeza que contiene, o según la dignidad de la materia que trata. En ambos aspectos, la doctrina sagrada está por encima de las otras ciencias especulativas. Con respecto a la certeza de las ciencias especulativas, fundada en la razón natural, que puede equivocarse, contrapone la certeza que se funda en la luz de la ciencia divina, que no puede fallar. Con respecto a la dignidad de la materia, porque la doctrina sagrada trata principalmente de algo que por su sublimidad sobrepasa la razón humana. Las otras ciencias sólo consideran lo que está sometido a la razón. De entre las ciencias prácticas es más digna la que se orienta a un fin más alto, como lo civil a lo militar, puesto que el bien del ejército tiene por fin el bien del pueblo. El fin de la doctrina sagrada como ciencia práctica es la felicidad eterna que es el fin al que se orientan todos los objetivos de las ciencias prácticas. Queda patente, bajo cualquier aspecto, que la doctrina sagrada es superior a las otras ciencias. Respuesta a las objeciones: 1. A la primera hay que decir: Nada impide que lo que por su naturaleza es cierto, a nosotros, por la debilidad de nuestro entendimiento, no nos lo parezca tanto, pues nuestro entendimiento, como dice el Filósofo en II Metaphys.7, ante la evidencia de la naturaleza hace lo que la lechuza ante los rayos del sol. De ahí que la duda que en algunos se da con respecto a los artículos de fe no tiene su origen en la incertidumbre del contenido, sino en la debilidad del entendimiento humano. No obstante, lo poco que se puede saber de las cosas sublimes es preferible a lo mucho y cierto que podemos saber de las cosas inferiores, tal como se dice en XI De animalibus 8. 2. A la segunda hay que decir: Esta ciencia puede tomar algo de las disciplinas filosóficas, y no por necesidad, sino para explicar mejor lo que esta ciencia trata. Pues no toma sus principios de otras ciencias, sino directamente de Dios por revelación. Y aun cuando tome algo de las otras ciencias, no lo hace porque sean superiores, sino que las utiliza como inferiores y serviles, como la arquitectura tiene proveedores, o como lo civil tiene lo militar. La ciencia sagrada lo hace no por defecto o incapacidad, sino por la fragilidad de nuestro entendimiento, pues, a partir de lo que conoce por la razón natural (de la que proceden las otras ciencias) es conducido, como llevado de la mano, hasta lo que supera la razón humana y que se trata en la ciencia sagrada.
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¿Hay que tolerar a los herejes?
II-II q 11 a3
Objeciones por las que parece que deben ser
tolerados los herejes: 1. En la carta a Timoteo dice el Apóstol:
A un
siervo del Señor (le conviene) ser sufrido y que corrija con mansedumbre a los
adversarios, por si Dios les otorga la conversión que les haga conocer
plenamente la verdad y volver al buen sentido, librándose de los lazos del
diablo (2 Tim 2,24). Ahora bien, si no se tolera a los herejes, sino que se
les entrega a la muerte, se les quita la oportunidad de arrepentirse. Y entonces
parece que se obra contra el mandato del Apóstol. 2. Más aún: Se debe tolerar lo que sea necesario en la
Iglesia. Pues bien, en la Iglesia son necesarias las herejías, ya que afirma el
Apóstol: Tiene que haber también entre vosotros discusiones para que se ponga
de manifiesto quiénes entre vosotros son de probada virtud (1
Cor 11,19). Parece, pues, que deben ser tolerados los herejes. 3. Y también: El Señor mandó a sus siervos
(Mt
13,30) que dejasen crecer la cizaña hasta la siega, que es el fin del mundo,
según se expresa allí mismo (v.39). Mas por la cizaña, en expresión de
los santos, están significados los herejes. Por lo tanto, se debe tolerar a los
herejes. En cambio está lo que escribe el Apóstol: Después de una
primera y segunda corrección, rehuye al hereje, sabiendo que está pervertido
(Tit 3,10-11). Solución. Hay que decir: En los herejes hay que considerar dos
aspectos: uno, por parte de ellos; otro, por parte de la Iglesia. Por parte de
ellos hay en realidad pecado por el que merecieron no solamente la separación
de la Iglesia por la excomunión, sino también la exclusión del mundo con la
muerte. En realidad, es mucho más grave corromper la fe, vida del alma, que
falsificar moneda con que se sustenta la vida temporal. Por eso, si quienes
falsifican moneda, u otro tipo de malhechores, justamente son entregados, sin más,
a la muerte por los príncipes seculares, con mayor razón los herejes convictos
de herejía podrían no solamente ser excomulgados, sino también entregados con
toda justicia a la pena de muerte. Mas por parte de la Iglesia está la
misericordia en favor de la conversión de los que yerran, y por eso no se les
condena, sin más, sino después de una primera y segunda amonestación (Tit
3,10), como enseña el Apóstol. Pero después de esto, si sigue todavía
pertinaz, la Iglesia, sin esperanza ya de su conversión, mira por la salvación
de los demás, y los separa de sí por sentencia de excomunión. Y aún va más
allá relajándolos al juicio secular para su exterminio del mundo con la
muerte. A este propósito afirma San Jerónimo y se lee en el Decreto: Hay
que remondar las carnes podridas, y a la oveja sarnosa hay que separarla del
aprisco, no
sea que toda la casa arda, la masa se corrompa, la carne se pudra y el ganado se
pierda.
Arrio, en Alejandría, fue una chispa, pero, por no ser sofocada al instante,
todo el orbe se vio arrasado con su llama. Respuesta a las objeciones: 1. A la primera hay que decir: A esa moderación
incumbe corregir una y otra vez. Y si se niega a volver de nuevo, se le
considera pervertido, como consta por la autoridad aducida del Apóstol (Tit
3,10). 2. A la segunda hay que decir: La utilidad de las
herejías es ajena a la intención de los herejes. Es decir, la firmeza de los
fieles, como afirma el Apóstol, queda comprobada y ella parece sacudir la
pereza y penetrar con mayor solicitud en las divinas Escrituras, como escribe
San Agustín. La intención, en cambio, de los herejes b es corromper la fe, que es el mayor perjuicio. Por esa razón hay que
prestar mayor atención a lo que directamente pretenden, para excluirlos, que a
lo que está fuera de su intención, para tolerarlos. 3. A la tercera hay que decir: Según consta en el Decreto, una cosa es la excomunión y otra la extirpación, pues se excomulga a uno, como dice el Apóstol, para que su alma se salve en el día del Señor. Mas si, por otra parte, son extirpados por la muerte los herejes, eso no va contra el mandamiento del Señor. Ese mandamiento se ha de entender para el caso de que no se pueda extirpar la cizaña sin el trigo, como ya dijimos al tratar de los infieles en general (q.10 a.8 ad 1).
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Actualizado: Lunes, 23 de Mayo de 2005